EL MUNDO
2 febrero 2012
El debate del azúcar
Cristina de Martos
En 50 años se ha triplicado el consumo de azúcares añadidos.
Los expertos discuten la mejor forma de controlar el consumo.
Están
el alcohol y el tabaco. También las grasas 'trans'.
Pero la verdadera amenaza para la salud global, según un artículo de 'Nature', son los azúcares añadidos, que en algunas partes
del mundo suponen más de 500 calorías al día en la dieta de una persona. Y más
allá de las calorías, el exceso de azúcar induce la aparición de las
enfermedades asociadas con el síndrome metabólico: diabetes, hipertensión,
ácido graso, problemas lipídicos y patologías
cardiovasculares. Por eso algunos expertos recomiendan emprender acciones para
reducir su consumo, aunque la situación no es tan dramática en todos los
países.
Parafraseando
el mensaje de campaña de Bill Clinton
en 1992, ¡es el azúcar, estúpido!, podría resumir el espíritu de un comentario
publicado en el último número de la revista 'Nature'.
En él, Robert H. Lustig,
Laura A. Schmidt y Claire
D. Brindis, de la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.), advierten sobre los riesgos que corre la
población, especialmente aquellos con una dieta occidental, debido al elevado
consumo de azúcares añadidos.
Los
autores señalan que, si bien "mucha gente piensa que la obesidad es la
causa que subyace" a las enfermedades no transmisibles (cáncer, diabetes,
patologías cardiovasculares), se trata simplemente de "un marcador de la
disfunción metabólica, que es mucho más frecuente".
Aunque
el tabaco, el alcohol o el consumo de grasas influyen en la aparición de estas
alteraciones metabólicas, el artículo apunta a los azúcares añadidos como pieza
fundamental en la epidemia de alteraciones metabólicas que existe en el mundo:
el 80% de las personas obesas las sufren y también el 40% de los que tienen un
peso normal.
Un consumo excesivo
Muchos
alimentos procesados, cada vez más presentes en la dieta de los países
occidentales, contienen azúcares añadidos. Las bebidas carbonatadas, zumos
procesados, tés refrigerados, batidos, etc. también
son fuente de fructosa, el principal edulcorante industrial. Su uso
generalizado ha hecho que en algunos países del mundo la cantidad de calorías
procedentes de estos azúcares supere las 600 calorías por persona y día, unos
200 gramos.
"Durante
los últimos 50 años, el consumo de azúcar se ha triplicado en el mundo",
subrayan los autores. Fenómeno especialmente notable en EE.UU. y, en menos
medida, en Dinamarca, Nueva Zelanda, Suiza, Bélgica y algunos países de América
Central. Algunos gobiernos, como el danés, se están planteando crear un
impuesto especial para los alimentos que contengan estos azúcares, igual que ya
lo hiciera con aquellos ricos en grasas 'trans'.
Esta
es una de las estrategias defendidas por los autores para limitar el consumo de
lo que ellos consideran una "amenaza para los individuos y la
sociedad". Como medida última e ideal, señalan a las compañías para que
éstas reduzcan la cantidad de fructosa en sus productos aunque señalan que tienen
pocos incentivos para hacerlo porque "el azúcar es barato, sabe bien y se
vende".
Huir de los radicalismos
Sin
embargo, los expertos consultados por ELMUNDO.es
consideran que la situación no es tan grave en nuestro país, donde "el
consumo medio de azúcar es moderado de modo que no constituye una prioridad alimentaria", indica Javier Aranceta,
presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.
Según
las estimaciones disponibles, alrededor del 7%-8% de las calorías que ingieren
a diario los españoles proceden de los azúcares (añadidos o no), una cifra
"razonable", según Aranceta, que insiste en
que es muy importante distinguir entre los edulcorantes industriales y el
azúcar de consumo doméstico.
Por
otro lado, "muchos de los problemas de salud presentados [en el artículo]
son casos de 'culpable por asociación' y sin evidencia firme de
causalidad", explica José M. Ordovás, director
del laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research Center on Aging de la Universidad de Tufts (EE.UU.). "No podemos acusar de todos los
problemas de la salud humana a un solo producto químico o nutriente".
Lejos
del "extremismo y el dramatismo" de los autores, Ordovás
reconoce que los azúcares añadidos son "cómplice del delito", cosa
que las autoridades sanitarias saben desde hace tiempo. Por eso, "toda la
comunidad científica y sanitaria está trabajando para que el consumo no se
dispare", señala Aranceta, que sospecha que
"en un futuro, es probable que en un futuro haya que regularlo de algún modo".